El sol brilla. Sus rayos me despiertan con suavidad, entrando titilantes entre las cortinas de mi habitación que ondulan con la brisa de principios de primavera. Me levanto feliz esta mañana, intentando recordar el sueño que me ha llevado a este estado de ánimo sin llegar a conseguirlo. «No importa,» pienso mientras me preparo para salir de casa. «Seguro que lo recuerdo esta noche antes de dormir.» La música suena en mi cabeza y salgo de casa sintiéndome eufórica, casi apunto de bailar, cuando me choco con alguien en el portal. Es un muchacho de no más de dieciséis o diecisiete años. Voy a pedirle perdón, pero mi boca se cierra al ver que ni siquiera se ha dado cuenta. El chico, está parado en mitad de las escaleras quieto y rígido como una estatua. Observa algo en el cielo con los ojos brillantes por el terror que lo mantiene paralizado. Sigo su mirada y lo veo. En lo alto, lanzando una larga sombra sobre la hasta ahora soleada cuidad, una nave está suspendida en la nada. Esperando, como una madre espera a sus hijos desde la puerta de su casa. El aire sale de mis pulmones de golpe, como si me hubiesen dado un puñetazo en el estómago, y algo en mi mente hace sonar las alarmas casi hasta el punto de hacerme enloquecer. -No no no no no no no no NO!!! No puede ser, es demasiado pronto, queda tanto por hacer... Tanto por descubrir... Siempre pensé que tendría más tiempo. -Digo mientras me doy la vuelta a toda prisa. Vuelvo adentro con el corazón apunto de desbocarse, corro a mi habitación y recojo con manos temblorosas aquellos de los objetos que más me hacen sentir. Qué más me hacen recordar. Ese hermoso cuarzo con forma de colmillo que me regaló Alex cuando me llevó a su casita en las montañas, la foto de aquel arcoiris que saqué cuando mis padres, los padres del cuerpo humano que estoy ocupando, me llevaron de fin de semana al parque de atracciones. El mechero zippo que me regaló aquel desconocido en el concierto de Iron Maiden... Tantos viajes, tantos recuerdos... Ojalá tuviese tiempo para más, pero ya no puede ser. Ya están aquí, y yo sólo puedo desear que los recuerdos de este hermoso planeta se queden en mi memoria para siempre, y que los recuerdos del resto de mi grupo de exploración sean de sucesos distintos a los que yo he vivido, para tener más experiencias, aunque no las haya vivido yo en persona. Sin poder evitar que las lágrimas abandonen mis ojos, meto todos los recuerdos en la bola metálica que enviaron a mi punto de recogida antes de enviarme a este cuerpo, y voy de camino a ese mismo lugar. Allí donde tanto la bola como mi mente y esencia volverán a la nave, y el cuerpo que usé volverá a su vida habiendo olvidado los dos últimos años de su tiempo. Ojalá pudiese quedarme aquí para siempre. Ojalá pudiese quedarme con papá y mamá... Con Alex. Ojalá. Pero las cosas no suceden por mucho que alguien las desee, y esta situación no va a ser una excepción. Llego a mi destino. El pequeño claro en el centro de un parque, a las afueras de la ciudad. Alzo los brazos sosteniendo en alto el contenedor de muestras, mi esfera de recuerdos mágicos, como solía llamarla al llegar aquí, y tras unos momentos de espera en los que mi cuerpo se enfría por el trauma de la marcha, se empieza a elevar en el aire atraída por la tracción de la nave. Una vez que abandona mis manos, me acerco a un banco de madera situado a un par de metros más allá, me siento y saco del bolsillo las cartas. La primera, la de despedida para aquellos a quienes dejo atrás. La segunda, la de disculpas y agradecimientos para el cuerpo que me ha permitido vivir en este hermoso y mágico lugar, al que con orgullo he llegado a llamar mi hogar. Algo hace temblar el aire a mi alrededor, miró al cielo una última vez y siento como dejo el cuerpo que me a mantenido con vida, inerte sobre el banco del parque que me despide en silencio mientras la nave me lleva a un nuevo destino. Adiós, planeta Tierra. Que el recuerdo de mi persona haga feliz a alguien en un momento de nostalgia, y que mis actos hayan dejado en el mundo una imperceptible marca de mejoría gracias al amor que me dieron, y que también yo di. Adiós, queridos humanos, que hicieron de mi tiempo aquí una vida plena y hermosa. Adiós...
Adiós para siempre, mi brillante y bella estrella azul.
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