Triste delirio, que me haces soñar
que aquello que fue
no volverá jamás.
Que el dolor que sufrí
tan sólo fue
desdichado azar,
y no la condena
de un destino sin piedad.
Triste delirio, que me haces sentir
cuál diminuta lágrima
en mitad del mar.
Y no víctima atormentada
de su hambrienta mirada.
Especial a sus ojos...
En sus manos
aterrada.
Triste delirio, déjame morir.
Escapar de este tormento
y dejar de sufrir.
Que sus manos sientan frío
y su corazón mi vacío.
Y su alma maldita
se rompa,
sabiendo que cuanto amaba,
mi sangre, mis gritos,
mi angustiada mirada...
Se disiparon
al llegar mi fin.
Y que mi cuerpo marchito,
mis ojos apagados,
y mi recuerdo, nunca frío,
lo persigan mil años
llevándolo al delirio.
A ti, delirio, que me das la libertad,
A ti, delirio...
Que mantengas cerrado
su corazón herido,
escuchando por siempre
en el interior de sus oídos
mi último latido.
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