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Foto del escritorNayma Luna

Junto al fuego

Las estrellas brillaban en sus ojos soñadores aun sabiendo que su sueño no se realizaría. No le importaba. En realidad, siempre pensó que si llegase a ver cumplido su deseo se quedaría vacía, pues una vez hecho ya no quedaría nada. Así al menos, viéndolo desde la distancia de lo imposible, siempre mantenía esa chispa de esperanza que le daba fuerzas para continuar. Se levantó quitándose las briznas de hierba del pelo y la ropa, y volvió a esa casa vacía que cada vez le parecía más grande. Cuando llegó dejó la leña en el suelo y encendió el fuego. Hacía frío ya a las puertas del invierno y una gran tormenta asomaba por el horizonte, cubriendo el cielo con grises nubes que se extendían hasta donde alcanzaba la vista. El ambiente olía a ozono y los animales de la granja mostraban su descontento con leves gruñidos y quejidos que se escuchaban detrás de la casa. Se sentó, alcanzó con sus delicados dedos el jarrón con las violetas recogidas esa misma mañana y se las acercó a la cara aspirando su delicado aroma. Ese que devolvía a su mente los más añorados recuerdos. La más ansiados. Y los que más daño le hacían. Cogió papel y lápiz y dibujó el rostro de aquel a quién tanto añoraba, una vez más. Y una vez más, como hacía cada noche desde que se fue, cuando lo hubo terminado lo tiró al fuego rezando a aquel que le quisiese escuchar, que lo devolviese a su lado. Esa era la chispa cuyo resplandor era cada vez más débil. Se fue a la cama, cerró los ojos y le dio las buenas noches sabiendo, en lo más profundo de su ser, que jamás volvería a escuchar su voz. ...Y una vez más, se durmió entre lágrimas.

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