¡¡Nooooo!! -Grité en vano. ¡¡Déjalo en paz!! !!Bastaaaaa!!
Sabía que él podía oírme, pero eso no significaba que fuese a hacerme caso.
No podía hacer nada salvo ver cómo torturaba a ese pobre animal. Sus manos ya manchadas con su sangre, sus chillidos ya extintos...
No era el primero, y sabía que no sería el último a menos que hiciese algo por pararlo. Pero ¿Qué?
Sólo era una voz en su cabeza a la que nunca escuchaba. Y cada vez que conseguía llegar a él, hacerle pensar durante un segundo al menos, tan sólo conseguía que se golpease la cabeza como intentando expulsarme de ella, justo antes de empujarme hacia el fondo de su cerebro para hacerme desaparecer, al darse cuenta de que yo siempre seguiría allí.
Aún recordaba su dulzura, su bondad y esa inteligencia tan viva que lo hacía brillar entre los demás niños, antes de que todo esto empezara.
Antes de las palizas, los gritos... Antes de que la oscuridad apagase toda luz en su interior.
Recuerdo cuando aún escuchaba cuando yo le hablaba, y cómo él me respondía. No con palabras, si no con acciones y con esos momentos de lucidez que valían más que todas las palabras nunca dichas.
Un simple; "ponte en sus zapatos" o "se respetuoso", bastaban para hacer brillar su alma con el orgullo de obrar bien. Pero eso ya se acabó.
La gente mala no tiene porqué nacer así.
Alguien puede nacer bueno y convertirse en un monstruo si la vida le da más golpes de los que puede soportar. Y eso es por lo que ingenuamente llegué a pensar que se podría revertir el proceso, si ese monstruo que había sido creado obtenía el amor suficiente y las palabras de aliento, en sus momentos más oscuros.
¡Que equivocado estaba!
Nunca más. He abierto los ojos, y he visto por última vez el disfrute en los suyos, al arrebatarle la vida a un ser inocente que tan sólo tuvo la desgracia de acercarse demasiado a él.
*****
Conozco esos sonidos. El primero, la sangre siendo bombeada tan deprisa por su corazón lleno de adrenalina, que llena sus oídos y bloquea su mente.
El segundo, el motor de un coche que se acerca demasiado deprisa.
Por un instante vuelvo a recordar a ese niño tan cariñoso, tan feliz.
Siempre sonriendo. Y recuerdo cuando le enseñé a estar alerta a los sonidos de los coches, a mirar a ambos lados al cruzar la calle, a tener precaución cuando estuviese cerca de la carretera...
Sé que ahora mismo su cerebro no recuerda nada de aquello, y sé, que soy yo quien debería advertirle del peligro. Ese es mi trabajo trabajo. La razón de mi existencia. Y sin embargo, guardo silencio.
Es el fin para ambos, lo sé. Pero también sé, que si sigue cumpliendo años y disfrutando del sufrimiento de las pequeñas víctimas inocentes a las que arrebata la vida sin ningún tipo de piedad, pronto, el perro del vecino con el que pasó su infancia jugando y en este momento mancha sus manos con su sangre, se convertirá en un niño, o en un anciano, o en una persona que no sea capaz de defenderse por si misma ante su crueldad y su malevolencia, y no puedo vivir con la carga de haber hecho tan mal mi trabajo que he convertido a un alma pura y buena en un asesino sin corazón.
Veo cómo se acerca el coche. Cómo la oscuridad, hace a mi niño
amado invisible a los ojos del conductor quien se da cuenta demasiado tarde, y veo cómo se abren los ojos y la boca de este mientras da un volantazo, y lo siento por él y por mi igual que reside en su cerebro, a quienes estoy obligando con mis actos a sentirse culpables durante el resto de sus vidas. Pero no hay marcha atrás. El coche no gira lo suficientemente rápido para esquivarnos, y le pido perdón a mi niño por no haber sabido hacerlo mejor, y le digo que lo quiero, y le digo adiós. Y
sólo en el último momento siento como él, mi niño querido, mi niño de alma brillante y mente inquieta, se da cuenta de lo que ocurre y suelta un gemido intentando saltar hacia atr...
top of page
Buscar
Publicar: Blog2_Post
bottom of page
Comments